Su cuerpo se agita cual nerviosa gota de rocío dentro del ancho jade de una hoja de danta.
Como princesa del Tenderí ha sido dedicada de por vida al culto de Xipaltomal, la diosa virgen que exige castidad. Pero Martli-xotchil Acal-xubj fue profanada un día por los ojos de azabache de Tezic, un guerrero hermoso y valiente, pero sin ascendencia divina. Aunque es un héroe de la tribu, Tezic es un pobre mortal.
De la boca rosa encarnada de la princesa no pueden brotar mentiras, de modo que su padre, el cacique Necuderit es conocedor de la pasión que Tezic ha despertado en su hija. En trance tan doloroso convoca a su monéxico. Los ancianos también aman a Martli-xotchil Acal-xubj, pero tienen que castigar aquel incipiente pensamiento impuro. Los códices dicen que la pena que se debe aplicar a la princesa es el destierro, y los viejos lloran igual que los antiguos robles legañosos de Dipilto al tener que comunicar a su princesa y sacerdotisa el veredicto: “Tendrás que permanecer durante toda tu vida más allá de los límites del Tenderí, en el Cerro de la Barranca , desde el cual a lo lejos podrás mirarlo”.
Hace más de 600 años Martli-xotchil Acal-xubj se fue acongojada por el camino que lleva a Masaya. Los tenderises la vieron perderse en el primer recodo y quedaron desde entonces con el rostro triste.
ESPLENDOR Y VEJEZ EN LA BARRANCA
De aquel tiempo hacia acá camina la leyenda.
Martli-xotchil Acal-xubj ve pasar los años, y si bien tiene que envejecer, Xipaltomal le concedió la gracia de rejuvenecer por momentos, cuando ella así lo desee. Aunque vive a media legua del pueblo, ella es el don del Tenderí, el espíritu que vigila, la deidad que ama, cuida y castiga a los suyos.
De la Barranca bajan armonías divinas que sólo los escogidos pueden escuchar. Es la princesa que llora cantando. En la cumbre del cerro está su casa que sólo los elegidos pueden ver. Y sólo ellos pueden mirar a Martli-xotchil Acal-xubj.
La princesa puede aparecer con toda la divina belleza de su juventud, o como la cuasi momia horrorosa y decrépita que es. Sale al camino para salvar y aconsejar al bueno, o para perder y “jugar” al malo.
Pero no sale de repente, no es su intención sorprender, sino que el vidente bendito o maldito la ve venir a lo lejos, sobre el camino. Si viene juvenil y esplendorosa el alma del mortal se ensancha de regocijo y felicidad a cada paso que avanza hacia ella. Si se aproxima como bruja, los cabellos de la víctima se erizan, se desgonzan las piernas, y sobre la frente corre un sudor de alquitrán congelado que quema y aterroriza.
FRENTE AL ABUSIVO CONQUISTADOR
Cuando los inhumanos depredadores españoles asolaron Nindirí, con ellos llegaron los curas que pretendieron acabar con Martli-xotchil Acal-xubj, pero no pudieron. Obligaron al indio a llamarla Martina porque ellos no eran capaces de pronunciar el bello nombre de la princesa.
Martli-xotchil Acal-xubj lloró con ira al ver la forma en que los tenderises eran descuartizados para servir de alimento a los perros de los conquistadores. Lloró sangre Martli-xotchil Acal-xubj al constatar que poco a poco los santos e iconos que veneraban aquellos malvados sustituían en la mentalidad bondadosa de los indios a sus puros y sencillos dioses.
Desgarró su corazón Martli-xotchil Acal-xubj cuando los suyos se desgarraron en luchas fratricidas y sirvieron de carne de cañón a los oligarcas y tiranos criollos descendientes de aquellos perversos.
Para manipular a Martli-xotchil Acal-xubj, los obispos bendijeron con sus manos sarmentosas la leyenda sin principio de “La Vieja del Monte”, especie de bruja, espanto, cegua, que vivía en La Barranca para asustar a los herejes y a los cristianos de mal vivir.
Según cuenta Sancho, allá por los años veinte, Medardo Ñurinda era el cipote más haragán y sin oficio de todo Nindirí.
Era “recogido” de la abuelita Balbina, la cual lo envió un día a vender pinol a Masaya. Desde ese día el muchacho desapareció. Lo buscaron en Los Altos, Cofradías, San Francisco, El Raizón, Tisma, Campuzano, Masaya y Managua... y sólo ausencia encontraron.
A los tres meses le dieron por muerto y le celebraron una vela con café, tamales pizques, rosquillas de maíz, nacatamales y cususa.
Al año justo, Medardo Ñurinda entró a Nindirí por el camino a Masaya. Dijo que había permanecido “encantado” en la cima del cerro de La Martina , que ésta tenía a su servicio unos bueyes llorones, varios cabros peludos y un gallo rojo.
Agregó que los racimos de palmas que techaban el rancho de La Martina eran de oro. “Allí se vive tranquilo, pero nadie puede escapar, pues al llegar a los límites de la propiedad se pierde el control de las canillas, y éstas o no avanzan o comienzan un forzado retroceso hacia la cumbre del cerro”.
Se supo por Medardo que durante la noche de los Viernes Santos La Martina bajaba de La Barranca con su gallo rojo bajo el brazo, llegaba a la planicie del camino y soltaba el ave que, picoteando por aquí y escarbando por allá, entraba hasta la placita del pueblo para emitir tres estentóreos ki-ki-ri-kí. Después, invisible, regresaba donde su dueña.
Los bueyes llorones —dijo Medardo— son hombres convertidos en rumiantes que tienen que arar las tierras del cerro que son propiedad de don Reucindo Solano, anciano patizambo, de ojos amarillos, cara aindiada, cabellos negros de acero y barba canosa y sucia.
Solano vivió en una casa de tablas con techo de tejas que estaba ubicada frente a la Paja de Agua. Su único mueble era una hamaca en la que pasaba la mayor parte del tiempo. A poca gente le pasaba palabra.
Por boca de Medardo se supo que los bueyes llorones eran personas de mal corazón que el viejo contrataba para que trabajaran en sus tierras. En extraño pacto con Reucindo, La Martina los convertía en semovientes, los hacía trabajar por varios años y luego se los devolvía al viejo, quien los vendía al mejor postor. Los “transformados” volvían a ser seres humanos cuando cumplían su castigo, pero jamás hablaban de esas cosas.
Reucindo murió solitario. Nunca hizo un bien ni un favor. Descubrieron el cadáver ya cuando hedía y lo llevaron a enterrar a la carrera. Dicen que se convirtió en ánima en pena porque dejó sepultadas sus riquezas en el patio de su casa.
Los viejos del pueblo nunca creyeron que Martli-xotchil Acab-xubj tuviera un pacto con Reucindo Solano.
Para esos ancianos apergaminados la princesa vive y representa la perenne promesa de resurrección de La Madre Tierra.
Cuando regrese Quetzalcóatl, nuestra Abya-yala volverá a tener el verdor de la esmeralda y cosecharemos granos de oro y frutas con los colores del iris.
Cuando regrese Quetzalcóatl, los hombres de maíz serán más que hermanos, tendrán el corazón del dios impulsando la sangre de todos los humanos.
Y Martli-xotchil Acab-xubj bajará espléndida de la Barranca para vivir eternamente entre los suyos. Para seguir siendo la deidad amada y protectora de los tenderises de buena voluntad. Para los miembros de la tribu que arrojaron lejos de sí la enorme piedra Mariola (*) de la alienación que colocaron en sus mentes los abusivos españoles.
(*) Piedra Mariola: Peñasco de enormes dimensiones que se encuentra en la bajada de la Laguna de Masaya.
“Cuando una noche de agosto pasé por el camino, escuché que del cerro bajaba una tonada divina, como que era cantada por una voz celestial”, dijo don Pablo Cuaresma, vecino de Nindirí.
“Existen muchas versiones sobre la existencia de La Martina , y no faltan los que la confunden con una cegua o con una Mica Bruja... Pero otra es la verdadera historia”, explica don Justo Pastor Ramos.
“Dicen que una vez a un curita se le metió exorcizar La Barranca y subió al cerro con varios vecinos, pero sólo encontró monte, breñales, un promontorio como cualquier otro”, asegura don Lolo Acevedo.
Leyenda rescatada de http://www.manfut.org/leyendas/barranca.html
exactamente en que asusta
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