La plástica escultórica en la Nicaragua de los noventa tiene una serie de características especiales, al mismo tiempo que contradictorias. En primer lugar no existe en el país un movimiento particular en esta manifestación. La práctica de la escultura se realiza mayoritariamente por la intervención de pintores u otros artistas plásticos que de forma esporádica realizan una que otra intervención.
No existe en esta década un auge de este arte, tampoco una estabilidad o persistencia o definición de nuevas propuestas o estilos.
Son pocas las motivaciones que se dan en el ámbito de las instituciones privadas y estatales actuales respecto a la escultura, si lo comparamos con el arte de sus primitivos habitantes.
De manera desigual se impulsa el arte pictórico y los mismos artistas motivados por las posibilidades de colocación en el mercado contribuyen a esta causa.
La escultura en la década de los años noventa, sufre de los problemas y calamidades que siempre ha vivido en el ámbito nacional e internacional esta manifestación. Incluso los problemas de las décadas pasadas, pero en estos años se acentúa el problema por estar más expuestas las pocas propuestas que puedan surgir a los vaivenes del mercado. El arte contemporáneo se observa y se levanta de vez en cuando en algún ríncón de Nicaragua, dejando estéticas con fuerza y sentido artístico impactante y muy personales reflejando y atraído siempre por la política, la naturaleza y la religión
Por otro lado y dada las características de posible exaltación de valores políticos e ideológicos que tiene esta manifestación se hacen mucho uso esculturas en las propuestas de arte urbano.
Desde el punto de vista estilístico no se da ninguna escuela o motivaciones de grupo. Y los mismos artistas denotan no tener una persistencia en el estudio o profundización de sus propuestas. Por lo general practican uno y otro estilo, sin definirse en la realización de una propuesta en particular. Tampoco se maneja el ejercicio de estilos puros, sino una especie de eterna experimentación donde predominan las características eclécticas.
En la década de los noventa confluyen artistas de diferente generaciones que traen entre manos una serie de propuestas comúnmente surgidas del arte de vanguardia europeo que arraigan algunas veces en un arte particular en correspondencia con propuestas originales. Pero más abundan otras, que realizadas en nuestro contexto, sin mayor profundización en una escultura propia en particular, se pierden en estilos trillados.
En escultura la década de los años noventa se congregan una serie de propuestas más bien de carácter experimental, muy dubitativo, con excepción de autores de firme trayectoria como Ernesto Cardenal, quién presentó enero de 1995, en el Salón de los Cristales del Teatro Rubén Darío, una exposición retrospectiva de su obra escultórica en sus 70 años de vida.
La obra de Ernesto Cardenal, dentro de los aportes del arte contemporáneo tiene de sus vivencias y de sus intereses por la cultura nicaragüense, entre otros, un rescate de los valores y formas de la fauna y flora nacional en obras artísticas de trascendencia universal. Destaca también en 1990, su obra monumental de 18 mts de alto “Sandino”, sobre la loma de Tiscapa. Es los noventa aparece “Cardenal, escultor”, un importante libro que documenta las esculturas de este persistente y permanente personaje de nuestro arte del volumen.
Una obra de alta valoración es la que también realiza en la década de 1992 a 1995 Orlando Sobalvarro.
Sus propuestas en metal; aluminio y bronce en algunos casos policromados denotan una vena surrealista en la construcción de su obra y claras referencias al cubismo sintético. Destacan a escala pública las realizaciones que hiciera en el exterior de la Galería Josefina : “Búho” y “Vuelo de la paloma”, realizados en 1996.
Un aporte importante a la promoción de la escultura en el país, fue la realización del libro “”Sobalvarro”, publicado por galería Códice en 1995, donde entre otros se documenta la obra escultórica de este artista.
En los trabajos de escultura de tendencia realista son manejados en los años noventa, principalmente por Arnoldo Guillén. A mediados de la década realiza una serie de bustos de alta perfección naturalista anatómica. Entre ellos destacan el busto a “Elena Arellano” en Granada, 1994, el de “Amando López” en la entrada del auditorio Nitlapán de la UCA , el de “Fidel Coloma” en el Palacio Nacional en 1998, y el del “Rev. Juan Smith” en la isla de Ometepe, en este año.
Las realizaciones de Fernando Saravia en esta década también son importantes para el andar de la plástica, entre ellos un Premio Internacional en 1996, en Nevada, E.E.U.U. donde participaban todos los países en el mundo donde se consume Coca Cola. Otorgado por haber realizado una escultura de doble lectura, que figuraba una Coca Cola apagando un volcán, la obra sigue manteniendo la vena expresionista de sus anteriores realizaciones.
La escultura de Noel Flores hace su presencia en los años noventa con dos propuestas disímiles, una en la vena expresionista, con el grupo escultórico del “Güegüense” en la rotonda el “Güegüense”, de Managua,1995. Y las recientes esculturas en su conocida técnica de soldadura en hierro, con el “Homenaje a la trabajador y a la trabajadora”1998, frente al antiguo Teatro González.
Un escultor a tiempo completo de reconocida trayectoria es Pablo Vivas quién deja su obra en esta década en los cuatro puntos cardinales al comienzo del bulevar de la rotonda al Güegüense,1995. Aquí representa cuatro esculturas de bulto redondo de indígenas que están en diferentes actitudes y posiciones, que merecen un especial estudio y opinión.
Entre los principales nuevos valores del ejercicio de la escultura se menciona la obra de Miguel Angel Abarca “Morir de amor” premio de escultura del XI Certamen de Artes Plásticas y la obra “”Crucifixión”, ganadora el premio de escultura del certamen de1994. De 1993 destaca su primera exposición individual en el Teatro nacional Rubén Darío.
Miguel Angel Abarca como lo demuestra en esta exposición es dueño de muchos recursos en su obra, los que explota casi siempre al mismo tiempo, revelando propuestas que caen en la pura experimentación. No se lee en su obra algo definido u opta por un estilo en especial.
Como uno de los escultores de mayor fuerza y originalidad, tenemos a Aparicio Arthola quién corona en el año 1993, su primera exposición individual de esculturas y pinturas. Arthola desarrolla sus trabajos con una gran unidad técnica y temática, usando un arte expresionista muy particular con recurrencia de elementos dadaístas. Así toca y resalta obras de gran profundidad de temas y contenidos que le valen como uno de los valores más representativos de la década.
Entre sus diferentes trabajos destaca su obra: “No, no, no.” en la exposición “Salvemos la tierra” en 1993 en el Museo Julio Cortázar y los que expuso el que en 1996 participa con otras de sus obras en compañía de autores nicaragüenses y centroamericanos en “Tierra de tempestades”, una exposición itinerante que recorrió una serie de galerías del reino Unido. De esta exposición se cita “No Piridostigmine” 1991, “Militar”1993 y “Untitled”, 1994.
También en la escultura de esta década, tenemos el caso de otro Arthola: León Florencio Arthola quién en 1991, ganó el premio “Genaro Amador Lira” del XII Certamen Nacional de Plástica con la obra “”Ausencia”. Florencio es también otro de los experimentadores de diversas tendencias y trabaja sobre todo el tallado en madera.
Especies de bajorrelieves escultóricos realizados en metal son los que presenta en sus obras Luis Morales Alonso. Morales llega a construir con técnicas de martillado, o bien realizando incisiones en metal obras cuasi abstractas de reminiscencias precolombinas o alegóricos de determinados hechos u objetos. En 1993, expuso en el museo Julio Cortázar su obra “El paso del tiempo”.
En la década de los años noventa destaca la permanencia del escultor Casanova Ellis, quién surgiendo de una vena abstracta introduce elementos de significado en algunas de sus ultimas obras. Casanova Ellis es uno de los escultores de esta década que realiza un trabajo de series y experimentaciones. A principios de los noventa realizó una serie de tallados en madera dentro de la vena orgánica surrealista. Y posteriormente recurriendo a la abstracción geométrica con introducción de símbolos y significados. En octubre de 1998 expuso en la Alianza Francesa con otros tres escultores, sus obras más recientes.
Entre los escultores que están haciendo constantes realizaciones tenemos a Erasmo Moya, quién dentro del realismo mágico hace presencia en diversos lugares públicos y semiprivados con su obra. En 1997 por ejemplo en la inauguración de la galería “El Aguila” en el Km 61/2 de la carretera sur, expuso sus series las “Pensadoras”. Trabajos en marmolina, muchos de características monumentales pero con temas lúdicos.
Jóvenes exponentes de la escultura son Miguel Angel Espinoza, quién realiza una exposición individual de sus trabajos en 1995 en la Galería Códice. Y José Luis Cornejo quién gana en 1993 una mención en Escultura en el XII certamen de plástica, con un trabajo en cerámica titulado “Alta costura”.
En octubre de 1998 se realizó en la Alianza Francesa Una importante exposición de cuatro valores de la escultura nicaragüense. Bajo el título “Volúmenes”, salieron a relucir alrededor de treinta de las últimas producciones de jóvenes escultores como Casanova Ellis, Florencio Arthola, Salvador Aguilar y Luisa Cortez. Las esculturas de Luisa Cortez ya se habían dado a conocer en diciembre de 1995, en una exposición realizada en la galería Códice, donde también participaron Vicente Cerrato y Eddy Luz Tellería.
De las recientes exposiciones individuales cabe mencionar la importante muestra de la obra de Helen Montealegre Gibbs, quién con la temática “Mujeres” expuso en 1998 en la Galería del teatro Rubén Darío. Toda una escuela del arte en piedra fue expuesta en octubre de1995, con el nombre de “Obra y arte de San Juan De Limay”. Una exposición con este tipo de trabajo es el que se realizó en febrero de 1999, en un centro comercial de la ciudad capital.
Este es el andar de la plástica nicaragüense en la escultura de la década de los años noventa. Una difícil década y un gran mérito a sus exponentes por la poca producción e incentivo que hay con otras manifestaciones. Una década dispersa y esporádica pero al fin y al cabo que mantiene la esperanza en esta difícil manifestación de las artes plásticas.
Artículo de—Porfirio García Romano—
Rescatado en http://archivo.elnuevodiario.com.ni/1999/marzo/20-marzo-1999/cultural/cultural1.html
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