A lo largo del período colonial, la literatura es fundamentalmente anónima y oral, fruto de la hacienda ganadera que convoca a los peones alrededor de las fogatas. Es en ese espacio de comunicación se difundirán y mutarán, bordoneados en las guitarras, los romances llegados de España, que todavía sobreviven, y allí mismo nacerá la narrativa híbrida, que se transmitirá en delante de generación en generación, y de boca en boca. De parecida manera, los cuentos del Caribe que han llegado hasta hoy en día, se inventan en las pequeñas aldeas de pescadores indígenas juntos a los ríos, con una carga muchas veces religiosa, de tributo a la naturaleza deificada.
Esta tradición oral se vuelve, así, la mejor expresión de nuestro mestizaje cultural, y de allí nacen las leyendas, las consejas, los cuentos de camino (como el del Tío Coyote y el tío Conejo), donde los animales pasan a encarnar la condición humana, con todas sus trampas, astucias y debilidades; las que se refieren a deidades de origen claramente indígena (
La poesía de la época colonial es también anónima, y se expresa en dos vertientes: una popular, que tiene un claro origen español y que se expresa en los romances, ya mencionados, escritos para cantarse, y que cuentan historias de amor desgraciados; la otra es culta, escrita por frailes y letrados, y su ánimo es más que nada religioso, de alabanza a Dios y comunicación espiritual con la divinidad, (cantos y loas a artículo rescatado de:

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